El Síndrome Visual Informático (SVI) ha emergido como una realidad ineludible en la actual era digital, donde las pantallas se han convertido casi en una extensión de nuestro cuerpo.
Este conjunto de molestias oculares, que van desde la fatiga visual hasta la visión borrosa, no es más que el reflejo de un sistema visual diseñado para la lejanía, ahora sobrecargado por tareas cercanas y continuas.
Por ello, queremos ofrecerte una guía completa para que comprendas, prevengas y trates el Síndrome Visual Informático, permitiéndote disfrutar de la tecnología sin sacrificar la salud de tus ojos.
¿Qué es el Síndrome Visual Informático (SVI)?
El Síndrome Visual Informático (SVI), conocido también como Síndrome del Ordenador o Síndrome de Pantalla de Visualización (SPV), se define como un conjunto de síntomas oculares y visuales que surgen tras un uso prolongado de dispositivos electrónicos.
Cuando hablamos de este tipo de dispositivos nos referimos a ordenadores, tablets, teléfonos móviles o ebooks, todos ellos elementos omnipresentes en nuestro día a día. De hecho, numerosos estudios indican que entre el 70% y el 90% de las personas que pasan más de tres horas al día frente a una pantalla experimentan este síndrome.
Pero, ¿qué hay detrás de estos números? Pues bien, el SVI no es solo una cuestión de fatiga ocular. La exposición prolongada a pantallas altera el equilibrio natural de nuestro sistema visual y, en consecuencia, puede afectar a nuestras vías neuronales y al procesamiento visual.
En otras palabras, la constante atención y tensión que requieren las pantallas digitales pueden desencadenar adaptaciones neurológicas, como patrones de activación neuronal alterados y una agudeza visual reducida.
Por consiguiente, la neuroplasticidad, esa capacidad fascinante que tiene nuestro cerebro para reorganizarse y adaptarse, juega un papel crucial en el desarrollo y la persistencia del SVI. Nuestro cerebro, en su afán por adaptarse a la exposición prolongada a pantallas, puede sufrir cambios que afectan a la percepción visual, la atención e incluso la función cognitiva general.

Así pues, el Síndrome Visual Informático es un fenómeno complejo que va más allá de la simple fatiga ocular, y entenderlo desde una perspectiva neurocientífica nos permite comprender mejor su impacto en nuestra salud visual.
Síntomas del Síndrome Visual Informático
El Síndrome Visual Informático puede manifestarse a través de una amplia variedad de síntomas que afectan tanto a la visión como al bienestar general. Entre los más comunes se encuentran los siguientes:
- Fatiga visual: sensación de cansancio o tensión en los ojos.
- Cefalea: dolores de cabeza, especialmente en la zona frontal o temporal.
- Visión borrosa: dificultad para enfocar objetos cercanos o lejanos.
- Sequedad ocular: sensación de ardor, picor o «arenilla» en los ojos.
- Enrojecimiento ocular: hiperemia debido a la dilatación de vasos sanguíneos.
- Diplopía: visión doble ocasional.
- Fotofobia: sensibilidad aumentada a la luz.
Además, adicionalmente, pueden presentarse ciertos síntomas extraoculares como:
- Dolor en cuello, hombros y espalda: debido a posturas inadecuadas.
- Mareos o vértigo leve: relacionados con desequilibrios visuales.
La prevalencia de estos síntomas varía, pero estudios indican que entre el 46% y el 68% de los usuarios intensivos de dispositivos electrónicos experimentan astenopía (fatiga visual). Es importante destacar que estos síntomas pueden ser transitorios, pero si persisten, se recomienda consultar a un profesional de la salud visual.
¿Cuáles son las causas del Síndrome Visual Informático?
El Síndrome Visual Informático es producto de una combinación de factores que tensan nuestros ojos durante el uso prolongado de dispositivos digitales.
En primer lugar, la iluminación juega un papel crucial: tanto la luz ambiental inadecuada como el brillo excesivo de la pantalla pueden generar un contraste deficiente, forzando la vista. Además, los reflejos en la pantalla, ya sea por iluminación del techo o fuentes externas, agravan esta incomodidad.
Otro factor determinante es la demanda de enfoque continuo que requieren las pantallas. A diferencia del material impreso, las imágenes pixeladas obligan a nuestros ojos a un esfuerzo extra para mantener la nitidez. Las distancias y ángulos de visión incorrectos, como estar demasiado cerca o lejos de la pantalla, incrementan esta tensión.
Además, cuando nos concentramos en las pantallas, solemos parpadear menos, lo que provoca sequedad e irritación ocular. La falta de descansos periódicos, especialmente tras más de cuatro horas de uso continuo, agrava estos síntomas, aumentando el riesgo de ojo seco.
Por otra parte, hay ciertos factores individuales que también influyen. Por ejemplo, se ha observado que las mujeres y las personas mayores son más propensas al SVI. Asimismo, problemas de visión no corregidos, como la hipermetropía o el astigmatismo, o el uso de lentes de contacto, pueden hacer más evidentes los síntomas.
Por último, condiciones ambientales como baja humedad o aire acondicionado mal regulado, así como hábitos como el tabaquismo, también contribuyen al desarrollo de este síndrome.

Recomendaciones para evitar el Síndrome del Ordenador
Para prevenir el Síndrome Visual Informático y mantener una salud visual óptima, es fundamental adoptar unos hábitos saludables al usar dispositivos digitales. Para ello, solo hay que seguir unas sencillas recomendaciones:
- Aplica la regla 20-20-20: cada 20 minutos, toma un descanso de 20 segundos mirando algo a 20 pies (6 metros) de distancia. Esta práctica ayuda a relajar los músculos oculares y reduce la fatiga visual.
- Optimiza la ergonomía: coloca la pantalla del ordenador a la altura de los ojos o ligeramente por debajo, y mantén una distancia de 60-100 cm. Para móviles, procura una distancia de 30 cm, y para televisores, unos 3 metros.
- Cuida la iluminación: evita reflejos en la pantalla y asegura una iluminación ambiental adecuada. Ajusta el brillo y el contraste de tus dispositivos para mayor comodidad.
- Parpadea conscientemente: el parpadeo disminuye frente a las pantallas, así que hazlo de forma consciente para mantener tus ojos lubricados.
- Realiza descansos regulares: además de la regla 20-20-20, toma descansos más largos cada 2 horas, dedicando 15 minutos a actividades no relacionadas con pantallas.
- Considera el uso de filtros: las gafas o filtros de luz azul pueden ayudar a reducir la fatiga ocular.
- Mantén la distancia adecuada: respeta las distancias recomendadas para cada dispositivo.
- Revisa tu visión de forma periódica: programa exámenes oculares periódicos con un profesional para detectar y corregir problemas visuales.
- Usa la corrección visual adecuada: asegúrate de que tus gafas o lentes de contacto sean las apropiadas para el uso de dispositivos digitales.
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